21/05/25. La adhesión de Colombia a la iniciativa china de la Franja y la Ruta supone una serie de retos diplomáticos, a la vez que puede minar la cooperación internacional que llega por el lado de instituciones como el BID o el Banco Mundial. ¿Qué está en juego en este escenario?
La intención de Colombia de entrar a la iniciativa china de la Franja y la Ruta, conocida popularmente como la nueva Ruta de la Seda, ha despertado todo tipo de reacciones, entre mensajes de apoyo al Gobierno, así como críticas de parte, principalmente, de sectores del empresariado.
De fondo, la Franja y la Ruta (o BRI, por sus siglas en inglés) no representa firmar un tratado de libre comercio o viabilizar automáticamente inversiones o flujos de capital entre Colombia y China. Hay que pensarlo más como un menú de opciones en el que, claro, hay la posibilidad de pensar en más inversiones en sectores que le interesan al país, como energía e infraestructura.
Lo que sí representa es un fortalecimiento de lazos entre ambos países, como menos una mayor cercanía. Y es por este lado que el movimiento no ha sido visto con los mejores ojos por parte de Estados Unidos, el mayor socio comercial de Colombia. Menos en momentos en los que ambas potencias libran una disputa comercial que, aunque está en un compás de espera, tiene todo el potencial de arruinar los prospectos de mejoría de la economía global (incluyendo los de países como el nuestro).
Más allá de las primeras advertencias, con veladas amenazas en palabras de funcionarios como Mauricio Claver-Carone, enviado especial del Departamento de Estado para América Latina, el gobierno de EE. UU. señaló su intención de bloquear fondos en organismos multilaterales para que no vayan a terminar a bolsillos de empresas chinas, eventualmente.
Mediante una publicación en redes sociales, la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental, oficina del gobierno de EE. UU. aseguró que se opone “enérgicamente” a la entrada de Colombia a la BRI.
“EE. UU. se opondrá enérgicamente a proyectos recientes y próximos desembolsos por parte de @el_BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y otras instituciones financieras internacionales para empresas estatales y controladas por el Gobierno chino en Colombia (al igual que en otros países de la región donde la Iniciativa de la Franja y la Ruta tenga proyectos)”.
¿Qué implica la advertencia de EE. UU. exactamente?
La duda que deja el anuncio de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental es si esta jugada mata la aplicación práctica de la Franja y la Ruta en Colombia. La respuesta es sí y no, de cierta forma. Vamos por partes.
Lo primero que hay que aclarar acá es que los proyectos de la BRI, las grandes iniciativas de infraestructura, son financiadas casi que exclusivamente con capital chino o de sus socios. En otras palabras, el sistema multilateral no pinta mucho como financiador de la Franja y la Ruta, explica Clara Inés Pardo, profesora de la Escuela de Administración de la U. del Rosario.
La Franja nació en 2013 y, sólo hasta 2021, había comprometido recursos por unos US$331.000 millones en financiamiento para una variedad de países, especialmente en el llamado Sur Global. Sólo en África, la iniciativa ha hecho fluir recursos por casi US$100.000 millones, de acuerdo con un análisis hecho por la Universidad de Boston.
Acá vale aclarar que Estados Unidos tiene una participación de alrededor de 30 % en el BID, lo que implica que la aprobación de proyectos tenga, casi que necesariamente, pasar por una aprobación tácita de este país.
En el caso del Banco Mundial (BM), el mayor accionista es Estados Unidos, con poco más de 17 % de la participación y, desde su creación, los presidentes de la entidad han sido estadounidenses.
Entonces, es posible desarrollar proyectos bajo el amparo de la BRI en Colombia sin que tengan financiación de entidades como el BID y el Banco Mundial, claro. Pero que el país se mueva en esa dirección puede frenar la inversión por otros lados.
La relación de Colombia y la banca multilateral
Desde al menos 1960, instituciones como el BID, el BM y el Fondo Monetario Internacional han tenido un papel nada desdeñable en la economía colombiana.
No se trata sólo del desembolso de recursos directamente, sino también en términos de diplomacia financiera y asesoría técnica para construir proyectos y fortalecer instituciones. Como le dijo un analista de estas entidades a este diario: “Cuando nadie creía que Colombia era viable, buena parte de las instituciones del país se fueron levantando con la guía de las multilaterales”.
Que esta haya sido la relación más estable, tranquila o adecuada es un juicio para otro momento, pero lo que es innegable acá es el alcance y los productos que han emergido de estos tratos, por decirlo de una forma.
Para este momento, por ejemplo, sólo el BID contabiliza más de 200 proyectos activos en el país. Son iniciativas que van desde implementación de sistemas forestales sostenibles para las plantaciones de cacao, hasta el desarrollo de mejores prácticas para el manejo del sector de agua y saneamiento en el país.
Estas iniciativas cuentan con montos aprobados por el BID por más de US$3.000 millones, sólo para los proyectos que están activos y sin completarse en este momento.
El analista consultado, quien pidió la reserva de su nombre pues no es un vocero autorizado, señala hacia un punto muy humano de este escenario: “No son sólo los montos de inversión y la cantidad de proyectos. Esos indicadores lo que dicen es que hay una relación construida, que ha tomado mucho tiempo, trabajo, pruebas y errores. Y reemplazar eso no es para nada fácil. Tirarlo por la borda sería una muy mala jugada”.
“Estas acciones sí comprometen en grande la cooperación con Estados Unidos”, asegura por su parte César Pabón, director de Investigaciones Económicas de Corficolombiana.
En todo este tema hay una palabra que se repite con amplia frecuencia: estrategia. Para los analistas consultados, los pasos que se den en la relación con China y con otros bloques económicos, como los llamados BRICS (que también incluyen al gigante asiático), hay que darlos con pies de plomo.
“Si no se maneja estratégicamente, lo que se haga con la Franja y la Ruta puede hacer muchísimo daño”, asegura la profesora Pardo.
Para este punto, nadie parece negar la idea de que abrirse más hacia otros puntos del mundo es una jugada tan deseable, como sensata. Pero la sombra de EE. UU. en el comercio y en el apoyo de entidades multilaterales no es un asunto de poca monta.
Es cierto que otros países tienen hoy mejores lazos con economías de Asia y el Pacífico, pero esos procesos se han hecho en un largo tiempo, construyendo relaciones de a poco. Lo que algunos, como Pabón, cuestionan en las maniobras del Gobierno es el momento (bajo la presidencia de Donald Trump) y que todo se quiera concentrar en poco más de un año.
Inversión extranjera vs. infraestructura
En esta discusión, sin embargo, hay un punto que no termina de cuadrar. A EE. UU. le molesta que los recursos de la banca multilateral, en la que tiene participaciones mayoritarias, se vayan para empresas chinas que vengan a construir infraestructura en el país. Hasta ahí claro el asunto.
Pero, por otro lado, la participación de empresas estadounidenses en las varias olas de concesiones viales o en los proyectos de infraestructura mediante el modelo de APP (asociaciones público-privadas) es prácticamente nula. Como lo dijo un analista: “Nos dicen que con ellos no, pero si tanto les preocupa bien podrían venir a construir acá”.
Sobre este punto, Pardo asegura que parte de la razón para esta especie de reticencia es que, simplemente, “no somos atractivos para ese tipo de empresas y no hay las condiciones para que los inversionistas se sientan seguros en el largo plazo”.
Ahora bien, que empresas de EE. UU. no hayan entrado al mercado de la infraestructura en Colombia no significa que no haya inversión de ese país acá. De hecho, los datos del Banco de la República sobre inversión extranjera directa (IED) dan cuenta que la mayor porción llega justamente desde ese país.
“En los últimos 10 años nada más, la IED desde Estados Unidos ha representado más de 20 % del total del país. Si uno mira la de China, no llega a 1 %”, asegura Pabón.
El año pasado, de acuerdo con datos del Banco de la República, la inversión extranjera directa proveniente de Estados Unidos llegó a US$5.500 millones, la cifra más alta por país de lejos; la siguiente es la de España, que estuvo por los lados de los US$2.700 millones.
Para responder a la pregunta de si el capital chino ha echado raíces en Colombia, basta con mirar las cifras: de unas 160 empresas chinas presentes en el país, al menos 60 tienen proyectos activos en marcha. Sin embargo, si se habla específicamente de inversión (es decir, de capital comprometido en desarrollos productivos), los datos de la Cámara Colombo China indican que el caso más diciente es la operación de la empresa Zijin Mining en la mina de oro de Buriticá, Antioquia. En las cifras del Banco de la República, China registró US$150 millones de inversión extranjera directa en 2024.
La conveniencia para Colombia de la Franja y la Ruta
Si bien la BRI es responsable de impulsar infraestructura en el Sur Global, especialmente en África, con los años también han comenzado a aflorar algunos problemas de largo plazo, especialmente en términos de deuda.
“Vemos que hay países que se están saliendo o que están frenando proyectos. Pakistán, por ejemplo, quedó completamente endeudado. Entonces el financiamiento es más rápido, pero puede que las condiciones no sean tan favorables”, opina Pardo.
El problema de un endeudamiento mayor versus beneficios económicos locales que no parecen tan grandes es uno de los puntos que explora un reciente reporte de ANIF, en el que se cuestiona la conveniencia de entrar a la Franja y la Ruta.
“Colombia debe seguir buscando acceso a nuevos mercados en Asia, incluida China, pero los resultados cuestionan de pertenecer a la BRI para cumplir este propósito. Advertimos que la adhesión no debe resultar en mayor endeudamiento y debe regirse por criterios de transparencia en los términos y proyectos”, se lee en el documento.
De acuerdo con el análisis de este centro de pensamiento, subirse al bus de la BRI no ha representado mayores crecimientos económicos para los países latinoamericanos que hacen parte de la iniciativa, en donde se ha concentrado apenas 2,5 % de la inversión total de la iniciativa desde su comienzo, en 2013.
Así mismo, argumenta ANIF, la adhesión a la Franja ha resultado en deterioro de las exportaciones y la balanza comercial. “De manera más precisa, se puede decir que no hay evidencia que muestre que participar en la Ruta de la Seda tiene un efecto positivo en las exportaciones totales o en la balanza comercial con China”, dice el informe.
Para este punto, no resulta claro qué fue exactamente lo que Colombia firmó con el gobierno de China. Tampoco lo son los alcances que la iniciativa de la Franja podría tener en nuestro país. Los analistas repiten, como ya se dijo, que se necesita una aproximación estratégica a todo este asunto, que no ponga en peligro una larga relación de cooperación con organismos multilaterales, pero que también nos permita expandir los horizontes del comercio internacional. Un problema de delicado equilibrismo que, casi con seguridad, no se resuelve en año y medio.
Fuente: https://www.elespectador.com